El físico Avi Loeb, de la Universidad de Harvard, saltó a los titulares hace unos años al sugerir que “Oumuamua” podría ser una nave extraterrestre. Recientemente, descubrió misteriosos restos de un meteorito llamado IM1. Durante una expedición al Océano Pacífico, el equipo de Loeb encontró 50 pequeñas “esférulas cósmicas” que podrían proceder de la caída de un meteorito. Algunos creen que podría tratarse de pruebas de un vehículo extraterrestre procedente de más allá de nuestro sistema solar.
El interés de Avi Loeb se despertó en 2019 cuando se topó con uno de los registros del Centro de Estudios de Objetos Cercanos a la Tierra (CNEOS) de la NASA. En 2014, el Departamento de Defensa de Estados Unidos detectó un meteorito que entró en la atmósfera terrestre. Explotó sobre el Océano Pacífico Sur, cerca de Papúa Nueva Guinea. La velocidad del meteorito y la altitud a la que explotó fueron excepcionales. Esto indicaba que el objeto estaba hecho de un material más resistente que otras rocas espaciales registradas hasta entonces.
Avi Loeb consiguió financiación para una expedición de salvamento que recuperara los restos del IM1. Utilizando un remolque magnético de un metro de ancho, el equipo recogió en una semana “pequeñas cuentas metálicas” de medio milímetro de diámetro. Los análisis posteriores revelaron que se trataba de una aleación de acero y titanio, conocida como S5. El equipo concluyó que el origen artificial del acero S5 era más fuerte que el hierro encontrado en meteoritos convencionales.
Las esférulas eran probablemente más antiguas que el sistema solar.
Sin embargo, varias hipótesis alternativas son contrarias a las de Loeb. Los expertos en la materia afirman que no se puede descartar que las esférulas procedan de la Tierra o tengan un origen natural.
Actualmente no se dispone de datos para aceptar o rechazar ninguna de las hipótesis. Nuevos análisis aportarán más información para descartar opciones y conocer mejor su origen.