En 2018 se estrenó la película Green Book bajo la dirección de Peter Farrelly. Se trata de una película basada en hechos reales. Cuenta la historia de una gira de conciertos realizada por el pianista Don Shirley. en la década de los 60 del siglo pasado. junto con su chófer y guardaespaldas Tony Vallelonga, por el sur de Estados Unidos.
La película toma su nombre de una guía (The Negro Motorist Green Book) que se utilizaba en la época para saber dónde podían alojarse los afroamericanos cuando viajaban.
Es una película muy bien estructurada que pone de manifiesto el racismo de la sociedad estadounidense de la época y muestra también el valor del arte para cambiar conciencias y acercar a los seres humanos.
La película ha recibido numerosos premios y distinciones honoríficas y ha recibido muy buenas críticas tanto de los especialistas como del público.
Don Shirley
La película comienza con Tony Vallelonga como un personaje duro, con pocos modales y prejuicios hacia los afroamericanos. Esto era típico de gran parte de la sociedad de su época. Tony trabajaba como guardia de seguridad en un club nocturno y perdió su empleo, por lo que se muestra receptivo a otras ofertas.
El primer encuentro es tenso porque Tony espera encontrarse con un “médico blanco”. El hecho de que Don Shirley sea músico (y no médico), pero sobre todo afroamericano, le desconcierta y muestra un rechazo y distanciamiento iniciales.
Sin embargo, las otras ofertas que recibe no le convencen demasiado. Don Shirley acepta la (generosa) propuesta que Tony le había hecho como condición.
A partir de aquí, emprenden un viaje que a veces será difícil, pero al mismo tiempo de descubrimiento. A través del simple contacto humano entre ambos.
Tony & Don
La relación entre ambos es tensa al principio. Los modales poco refinados de Tony, unidos a su superficialidad, ponen a veces de los nervios a Don. Por otro lado, Tony se siente desconcertado y, hasta cierto punto, repelido por este hombre “de color” tan refinado que le cuestiona cosas que él nunca se ha planteado.
En el primero de los conciertos, al que Tony asiste como espectador, queda maravillado por la música que toca Don. Como diría Hegel, la interpretación musical de Don despierta en Tony “ecos profundos de una realidad que nos está velada” (Hegel, 1989). Esto abre un espacio de simpatía entre ambos que irá creciendo a lo largo del viaje. Sin embargo, Tony no sufrirá una especie de “conversión” que le haga convertirse en otra persona. Más bien los cambios que se producen son sutiles y progresivos a lo largo de la película.
Cambios
La dimensión artística no sólo se manifiesta en los conciertos del Dr. Shirley. Tony escribe con frecuencia a su mujer (“porque es más barato”). Don se da cuenta de ello y convence a Tony para que escriba cartas más románticas y menos prosaicas, lo que tendrá inmediatamente un impacto positivo en el corazón de su mujer. Con el tiempo, Tony descubre este mundo de ideas y se muestra más dispuesto a escribir a su mujer desde el corazón.
Don también se abrirá a la cultura pop (afroamericana y también a otros estilos menos cultos a los que estaba acostumbrado), y a costumbres más básicas, con menos protocolo o rigidez. Don se confiesa solo en la vida y aprende a disfrutar de los pequeños momentos, de las cosas sencillas que hace la gente sencilla.
Paralelamente a este crecimiento de la dimensión estética que se produce en ambos y a este acercamiento personal, se muestra el interés de Don por inculcar en Tony un desarrollo de sus valores morales. El arte, según Hegel, vivifica y fortalece la voluntad moral (Hegel, 1989).
Por eso, cuando roba una piedra de jade de una tienda, Don le reprende. Le corrige cuando tira basura en la carretera y le enseña que, incluso en las situaciones más difíciles de la vida, a todo hombre le queda siempre su dignidad. Por muy mal que le vayan las cosas, “la dignidad siempre prevalece”. Nuestra dignidad no se pierde ante el desprecio o la falta de reconocimiento de los demás. Es algo que todo ser humano lleva “por naturaleza” y que nadie puede arrebatarte.
El crecimiento no se limita a los dos grandes protagonistas. Las ciudades anfitrionas del Sur de Estados Unidos acogen a Don como “el gran pianista de color”. Esto les hace sentirse generosos y admiran con placer cómo este hombre, contra todo pronóstico, es un genio en la interpretación de los clásicos “escritos para blancos”. Se observan numerosas actitudes racistas e injustas. Se trata de una inercia en estas personas que tiene fuertes raíces culturales. Muchos se sienten desconcertados o enfadados por la actitud de Don. No se muestra sumiso ni dócil ante las injusticias (que probablemente son incapaces de ver por estar inmersos en esta cultura).
Posiblemente, esta experiencia también les impactará, probablemente les costará asimilarla, pero es el inicio necesario para un cambio en ellos. Un cambio hacia el reconocimiento del otro, al que sitúan en lo minoritario, en lo diferente, en lo inferior.
Enfrentamiento
Tras uno de estos improperios, Tom exclama: “No lo entiendo, ¿cómo puede sonreír y darles la mano así?”, a lo que uno de sus ayudantes responde: “El Dr. Shirley podría haberse quedado en el Norte […] por el triple de dinero. Pero eligió esto”. Como decía Schopenhauer (2009), vemos aquí al genio desligado del interés porque se centra en el conocimiento puro. En otro momento, este asistente dirá: “[…] no basta con ser un genio, hay que tener el valor de cambiar el corazón de la gente”.
Esto nos lleva de nuevo al hecho de que la dimensión estética no sólo nos permite ser mejores nosotros mismos, sino que es un viaje de ida y vuelta. Con la educación de la afectividad, mejoraremos, pero también es importante transmitir estas nuevas enseñanzas, que van más allá de la razón lógica y de las palabras. En este viaje, Don se propone desafiar el racismo de los estados del Sur.
Confrontando a estas personas con la realidad (hay personas de origen afroamericano que pueden ser excelentes músicos, excelentes intelectuales, pero también excelentes personas). Por lo tanto, la distinción basada en la etnia se vuelve absurda, y son estas personas las que se dan cuenta de ello con cada desagravio que hacen a Don. Pero, además, Don también eligió a Tony como su cochero y guardaespaldas. Lo quería porque era alguien que podía protegerle, pero también era alguien que tenía que crecer como persona, y esto es algo que se ve que ocurre a lo largo de la película. Como toda interacción es entre dos o más personas, Don también se transforma.
En otro momento, Tony señala que “Cualquiera puede tocar Beethoven o Chopin, pero tu música, lo que haces, sólo puedes hacerlo tú”, a lo que Don responde: “Pero no todo el mundo puede tocar Chopin. No como yo”. Porque lo relevante en el arte es lo que se expresa a través de él. Hay algo en la obra de arte que la trasciende, por eso Schopenhauer (2009) diría que el arte nos ayuda a trascender nuestra individualidad. Cada obra de arte se actualiza ante cada artista, ante cada espectador que vuelve a ella. Se convierte así (la obra de arte) en algo vivo que se actualiza y evoluciona, y esto es lo que la hace inmortal, es decir, la convierte en una obra clásica.
Porque una obra clásica, según Gadamer (1977), es algo que se recoge históricamente en una experiencia estética.
Finalmente, cuando Tony vuelve a casa por Navidad y está con la familia, es otra persona, sus familiares lo ven cambiado. Ya no sigue las bromas que se hacen sobre el “negro” y lamenta que su amigo Don pase la Navidad solo. Don decide finalmente pasar la Nochebuena con Tony y su familia, que le recibe con un abrazo, algo que sorprende a su mujer, pero que, al mismo tiempo, la complace. El cambio ya se ha producido y empieza a notarse en el ambiente.
Trascendencia
La película entrelaza, de forma magistral pero sencilla, varias historias de enorme trascendencia.
Añadiría, como reflexión final, que Don Shirley se niega a entrar en el juego de los Estados del Sur. Como se ve en la película, este músico ha sido educado en la antigua Unión Soviética. Por ello, sus esquemas mentales sobre la dominación de los ciudadanos de origen anglosajón sobre los ciudadanos de origen afroamericano son algo que no va con él. Destaca varias veces en la película que siente que no pertenece a ningún mundo. Se siente rechazado por los afroamericanos porque le ven como una anomalía. Como alguien ajeno a su cultura y a las pautas de comportamiento que se esperan de él en esa sociedad concreta. Tampoco es aceptado en el mundo blanco, porque le ven como un “negro” que toca bien “la música de los blancos”.
Entonces, ¿a qué mundo pertenece Don? La respuesta, desde nuestra distancia cultural e histórica, es obvia: al mundo de los humanos, por lo que está dotado de una dignidad inherente y del derecho al respeto y al reconocimiento, por el mero hecho de ser humano. Pero en aquel particular contexto cultural e histórico, la dinámica era diferente. Don se negó a “jugar” el papel que se le había asignado. Se convierte así en un “aguafiestas”. No porque desconozca las reglas, sino porque se niega a participar en ellas.
Este hecho descoloca a los participantes del triste juego social que se está llevando a cabo. Por eso, a veces muestran actitudes y comportamientos agresivos hacia él (“Te vamos a enseñar cómo son las cosas aquí”, le dirán en más de una ocasión). Pero Don se mantiene firme y enseña a todos que a veces hay juegos a los que no se debe jugar. Si no todos los jugadores siguen las reglas del juego, éste se diluye. Pierde su fuerza y su significado. En cierto modo, “se acabó la fiesta”, y esto tiene un impacto inmediato en la vida cotidiana de todas las personas implicadas en este contexto. En esto consiste la valiente apuesta de Don Shirley en la película.
Realidad
Y por último, ¿qué nos pasa? La película está basada en hechos reales, pero, por supuesto, tiene un componente de ficción que su director, Peter Farrelly, sabe desarrollar con maestría.
El racismo ha existido y sigue existiendo en buena parte de la sociedad estadounidense y, por desgracia, en muchas otras partes del mundo. Farrelly nos presenta una situación extremadamente injusta que sacude nuestra conciencia. ¿Cómo podemos permitir que algo así le ocurra a un ser humano? Nos muestra estas injusticias frente a un ser humano, que además es estética, moral y culturalmente excepcional.
Otros seres humanos que no tengan estas cualidades merecerán el mismo respeto. Farrelly nos muestra estas características para que podamos empatizar mejor con el personaje.
Poco importa aquí lo que ocurrió y lo que no ocurrió. En realidad, Don y Tony hicieron una gira en 1962. Lo relevante es que, mientras vemos la película, se nos presenta un mundo con reglas (“un juego”) inaceptable. Todos los actores parecen naturalmente destinados a seguir estas reglas. Hay uno que se niega, y nos conmueve. Nos invita a la acción. Nos lleva a decir “No podemos tolerar que siga ocurriendo algo así”. Y aquí es donde se cierra el círculo.
El artista (Farrelly y el resto de participantes en la película) nos muestra una realidad concreta. En un lugar y un tiempo relativamente lejanos a nosotros. Esta película (la obra de arte) cobra sentido cuando nos alcanza y nos interpela, nos mueve al cambio, en nuestra sociedad y contexto concreto, en definitiva, nos transforma. Es lo que Gadamer (1977) llama una “transformación en una construcción”.
Los aspectos meramente físicos de la obra de arte dejan paso a su dimensión artística, de modo que la obra se vuelve autónoma, va más allá de sí misma, disuelve el mundo cotidiano y lo transforma.
Conclusión de la reseña de “Green Book”
Esta película, como cualquier otra buena obra de arte, tiene ese poder transformador. Sobre todo, cuando nos acercamos a ella con nuestra actitud lúdica (en el sentido de Schiller). Nos abre al cambio, nos permite equilibrar realidad y forma, y nos educa estéticamente. Porque, según Schiller (2016), “la libertad reside en la acción unida de sus dos naturalezas.” Aunque la distancia que separa la materia de la forma sea infinita, esto no es un problema, porque la belleza no es limitación, sino infinitud. Es precisamente de la oposición entre ambas necesidades de donde surge la libertad (Schiller, 2016).
Bibliography
Gadamer, H. (1977). Verdad y método. Salamanca: Sígueme.
Hegel, G. (1989). Lecciones de Estética. Barcelona: Ediciones 62.
Schiller, F. (2016). Cartas sobre la educación estética del hombre. Cuyo (Argentina): Universidad Nacional de Cuyo.
Schopenhauer, A. (2009). El mundo como voluntad y representación. Buenos Aires: Losada.